Esta obra de Leos Carax, tiene pinceladas de otras de sus otras películas y se ve reflejado claramente en los temas que trata: la soledad, el aislamiento, la pérdida de identidad,…
Monsieur
Óscar -Denis Lavant-, es un tipo muy extraño que se aferra a distintas
personalidades y roles. Se hace pasar por padre de familia, por asesino, por
mendigo, y un largo etc. El camaleónico actor, pese a tratar con mucha gente a
diario, se ve inmerso en una vida solitaria y nómada, en la que su identidad
real apenas importa.
Son actores, todo es irreal, nada tiene sentido. Las cámaras han desaparecido para dejar paso a los performances callejeros; las microhistorias contadas, llenan de personalidad cada recoveco de la gran urbe. Estamos rodeados de gente que actúa para la sociedad, sin mostrar su verdadera personalidad.
Pero,
¿quién es quién? Nadie es nadie. Todos y cada uno de ellos ocultan su
identidad; es el caso de Céline –Edith Scob- que tras finalizar su jornada de
trabajo vuelve a casa ocultando su rostro.
Óscar
viaja en una limusina, que más bien parece el camarote de los hermanos Marx,
conducida por Céline. Por ser colegas de trabajo, ésta es la única persona que
en la que confía como para mostrar su rostro (y sus sentimientos más
profundos).
En medio de esta vorágine, hay muchos elementos que cobran gran importancia. Una de ellas es el espejo de la limusina, que muestra la duplicidad del protagonista. La doble-personalidad de todos los personajes queda reflejada en el primer plano, que aquí abajo os muestro:
El
espectador se ve reflejado en pantalla, sintiéndose incomodo y observado. Esta
decisión de Carax nos introduce en la historia a la perfección.
He de decir que los personajes que Óscar interpreta tienen mucha fuerza. Los que más atractivos me han resultado, visualmente hablando, son los del mendigo comeflores que corre como un loco por el cementerio y el anciano moribundo despidiéndose de su nieta.
En conclusión, “Holy Motors” me ha parecido una película maravillosa (aunque os pese a algunos), debido a que trata un tema muy original, contada de una manera excepcional y sin perder ni una pizca de ritmo narrativo. Os recomiendo ir a verla, eso sí, no esperéis ver una película llamémosla “normal”.
LO
MEJOR: La caracterización de Lavant y el pulso narrativo.
LO
PEOR: El hachazo final.